Oscuro nacimiento (Poesía, 2005): Comentarios


Espacio de luz
Por Antonio Gamoneda
Es importante decir que La palabra liberada y Oscuro nacimiento se leen con fervor creciente. Son dos bellos libros en los que la palabra reveladora crea un espacio luminoso en torno a su estremecedora gravedad existencial. Celebro la presencia de esta palabra poética.
(León, octubre 13 de 2006)


La fuerza de la duda
Por Claude Michel Cluny
Varios poemas de Oscuro nacimiento me son demasiado próximos por su temática: «Canción de la ceniza», «Génesis», «Quinto punto cardinal»; todos en sombra y fuego, esperanza y muerte, permanencia y desaparición… ¿Dónde nacer, y cuándo, y por qué?
Sé que estas breves palabras no alcanzan a expresar que mi lenta lectura de ese poemario fue una felicidad.
Sí, con cada nuevo libro adviene la duda de poder una vez más caminar sobre el mar. Gonzalo Márquez Cristo constata el destino de todo verdadero artista que se interroga sin hacer concesiones. Su secreto: hacer de la duda una fuerza.
(París, 3 de agosto de 2005)


Poetizamos, entonces somos
Por Franco Volpi
«Sabemos que la oscuridad nos hará libres. Que el porvenir es un crimen. Que tendremos que guiarnos con las nubes. Que hasta aquí hemos traído a nuestros ojos inermes...
Sabemos cómo oficiar lo invisible y que el rocío conoce el drama de la aurora.
Vigilo todo lo que muere. Decido ser.
Encomiendo al poeta la protección del instante.»

¿Qué es la poesía? ¿Qué significa esta rara modificación de la vida que sublima la sangre en versos? ¿Y de dónde brota este recurso simbólico que alimenta nuestra sed de absoluto mientras navegamos a vista entre los archipiélagos de la finitud? ¿Por qué el hombre es un animal poeticum?
No sabiendo de donde venimos, no viendo a donde iremos, nos hacen falta gotas de lucidez. Eso son las palabras poéticas: chispas de la imaginación en la oscuridad del camino, arabescos que la fantasía dibuja en torno a un inmemorable nacimiento y a un imprevisible destino, recuerdos de sueños angélicos y alusiones a sombras infernales. Poetizamos alborotados por el misterio de la carne. Por su densa y fugaz presencia que atraviesa la noche, brilla, y se apaga. La poesía es el único lugar donde vale la pena habitar.
Leemos Oscuro nacimiento, y constatamos: Poetizamos, entonces somos.


Poesía y oráculo
Por Marco Antonio Campos
Nos atrevemos a creer que, si Gonzalo Márquez Cristo quisiera definir lo que es el poeta, lo pensaría como un iluminado de la noche. Borges decía que un autor crea sus predecesores. Por un lado, la lírica de Márquez Cristo parece buscar sus raíces nocturnas y sus sombras oraculares en la poesía del romanticismo inglés y alemán, en especial en el William Blake de los libros proféticos y los proverbios del Matrimonio del cielo y el infierno, en el Hölderlin de las Odas y los Himnos y en el Novalis de los Himnos a la noche, pero asimismo, por otro lado, en el Georg Trakl que describió –vaticinó– en sus libros, en imágenes purísimas y terribles, el ocaso y la destrucción del imperio austriaco.
En los versos de Márquez Cristo la oscuridad guarda hendiduras fulgurantes, el deseo quema y hiere, la vigilia sirve para elucidar los aciagos signos de las imágenes de los sueños, los navegantes pierden las estrellas y cada paso por el camino de la vida nos lleva a adentrarnos poco a poco en la niebla funesta.
Llenos de admirables versos enigmáticos, los poemas de Oscuro nacimiento nos subyugan. Eugenio Montejo señala muy bien en la nota liminar de La palabra liberada, que a través «de un versículo abierto, desceñido, que confiesa despreciar el cuerpo vertical de los poemas, su voz se abona al combate de la sombra, desde un tono recorrido por cierto rasgo críptico». Como la sibila, el augur o el hechicero, el poeta, para Márquez Cristo, da respuestas ambiguas o mensajes oscuros. Poesía y oráculo se identifican en algún momento al volverse un aluvión de signos.
Especialmente notable es el poema final, «La sombra incandescente», que resume y culmina su obra anterior, y el cual me hace evocar en alguna dirección el orbe de desesperanza y catástrofe que describió en su poesía Georg Trakl. Además de la lectura de orden subjetivo que el lector puede hacer del poema, donde todo para el poeta termina personalmente en la derrota y en el fracaso, en una interpretación objetiva, «La sombra incandescente» es también emblemáticamente un retrato trágico de los acontecimientos de la vida política de los últimos cincuenta y cinco años de su Colombia natal, donde se ha vivido la voracidad del poder y su avalancha de lodo y se ha sufrido la guerra con sus árboles negros.
Editor impecable, lector afiebrado, Márquez Cristo no tuvo infancia ni adolescencia en su escritura. Desde sus primeros poemas, en el campo de árboles, sólo se vieron en las ramas frutos maduros.
(México D.F., enero de 2005)


La palabra del origen
Por Enrique Rodríguez Pérez
Todo poema nace entre un juego de luz y sombra. Lo poético consiste en experimentar en cada imagen ese nacimiento, sin nacer; ese amanecer sin que la luz emerja. El libro de Gonzalo Márquez Cristo, Oscuro Nacimiento, se sostiene en esa tensión entre el nacer y el morir y se convierte en experiencia de escritura, en palabra que sufre el origen: Portando la palabra será imposible recobrar el paraíso, lo sabemos, pero buscamos el olvido de la escritura.
Este libro al abrirse deja aparecer la poesía minuciosamente. Como un halo doloroso brota el poema sin versos, el poema oscuro: Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema. Pero es la precisión de esta palabra decantada la que toca los ojos del lector. Quedamos en la sima de un silencio que rompe las palabras, en un juego circular que abruma y hace padecer el nacimiento. La palabra adensa la experiencia con el mundo, se contrapone sufriente entre el silencio y el nombrar. Este libro es, de principio a fin, una poética: Ninguna palabra ha permanecido ilesa.
Esta conciencia poética hace mirar el origen, la fuente de donde todo parte. Pero ese origen se oculta en una luz que retiene la sombra. De ahí que cada texto nos cause estremecimiento, asombro. Porque retornar al origen produce horror, nos aproxima a la muerte, pero también a lo ausente, a este mundo que nos rodea y que ya se ha vuelto desértico, se ha convertido en ciudad: Encarcelados en una ciudad de falso cielo azul, vimos pasar a los perseguidos, a los que regresan y a todos lo despojados del asombro. Sólo hay soledad, ausencia: La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia, o: conocí pronto la ecuación de la ausencia y nadie volvió a traerme noticias de la luz.
Así la palabra de Gonzalo Márquez linda entre pensamiento y poesía, porque enuncia esa lucha del lenguaje. Una contienda originaria, un nombrar primigenio que tiene que volver a restablecer la relación perdida entre lo visible y lo invisible. Y este es un acontecimiento trágico y abismal. Recordemos a Borges, a Vallejo, a Lezama Lima. Sólo nombrando ese vacío puede la palabra hacerse pensamiento y el pensamiento poesía: Como todo lo que se hace visible para morir. Pero no es fácil la experiencia del poeta; no hay compañía sino anulación del yo: Cada origen decretará la abolición del yo y se precipita en la intemperie, entre la soledad que se acrecienta cada vez que se nombra el origen: Quise desnudar el objeto. Perturbar el origen. Contraer el lenguaje a una edad anterior a la vida para pronunciar el primer sí. Y eso aumentó mi soledad.
De modo que cada verso, cada expresión de Oscuro Nacimiento, es un aforismo, una impresión sustancial sobre el universo y la existencia. Pero esa exactitud lograda en la palabra, vuelve más duro el encuentro, la revelación. Entonces, con certeza decimos, es un libro perfectamente poético, deliberadamente reflexivo, hondamente sentido. Cada palabra es una destrucción que nombra lo invisible, que oscurece la mirada, y sólo experimentamos lo sublime: Para construir el abismo me entrego al resplandor que aniquila, que escalda mi rostro.
Todos los poemas de este libro tienen una intensidad que nunca declina y esa sensación se percibe en todo el libro. Se ha tejido consistentemente una cosmovisión, una mirada, una voz. Cada verso duele en este poema: Lo tenía todo hasta que llegó la palabra. Esa contradicción a la que todo lenguaje poético nos lleva y es sólo espejo del existir. Y aún más, cuando leemos: La sublevación del deseo nos dejó a la intemperie. Sin nada, abiertos a una oscuridad que aclara, que rompe y que intranquiliza. Y aún más, la angustia se acrecienta cuando se oye: No sé cuánto más debo perder para que me sea develado el poema. No sé cuál es la sed que debo atizar para continuar en la respiración. Eludí las rutas propuestas por el sol. Bauticé todo lo perdido. Habité la Edad del grito. Emprendí el camino hacia mi voz.
En fin, cuánto hacía falta un libro como este en nuestra poesía colombiana contemporánea. Cuánta necesidad teníamos de una palabra depurada, cuánta precisión en la voz y cuánto pensamiento se había hecho ausente. Pero, por fortuna, para el sufrimiento del decir ha llegado este libro de Gonzalo Márquez.


Oscuro nacimiento
Por Gabriel Arturo Castro
Desde la creación de sus primeros libros, Gonzalo Márquez Cristo sabe que la noción de poesía no se puede oponer a la de pensamiento, pues éste último hace parte de la profundidad necesaria del poeta. La hondura es característica de la auténtica poesía, junto a la búsqueda de lo recóndito, lo abismal y lo intenso, es decir, de la inmensidad. Escribir es sumergirse en el origen de la palabra: la oscuridad, el enigma, lo incierto, lo desconocido. Antes de la luz siempre fue la palabra o lo que es lo mismo, la poesía proviene de la sombra, enseñanza extraída de la lectura de Oscuro nacimiento. El epílogo de Franco Volpi así lo atestigua:
No sabiendo de donde venimos, no viendo a donde iremos, nos hacen falta gotas de lucidez. Eso son las palabras poéticas: chispas de la imaginación en la oscuridad del camino, arabescos que la fantasía dibuja en torno a un inmemorable nacimiento y a un imprevisible destino, recuerdos de sueños angélicos y alusiones a sombras infernales.
Pero más allá de la fantasía y la imaginación, la lucidez también es meditación y su presencia es necesaria en la emoción creadora, la sorpresa, el placer y la conmoción. Por fortuna, la poesía de Márquez Cristo, de la manera apuntada, invita a la revelación, a poseer una actitud alerta frente al enigma. Él es un poeta que torna las cosas oscuras claras, quizás cenitales. Convida a descifrar el eterno reverso enigmático, desde la oscuridad y la lejanía, con destino a la claridad y a la cercanía. Concilia, por lo tanto, el elemento metafísico con lo emotivo de la creación, le brinda a la intuición poética un cierto contenido filosófico y existencial, pero dotado de un lenguaje personal, de un universo propio. La poesía de Oscuro nacimiento procura resolver lo indescifrable, lo inexplicable, lo incomprensible e inescrutable, todo dentro de la búsqueda de la antigüedad eterna sin perder el horizonte de la novedad, hablando ya desde las orillas de la expresión. La filosofía y la poesía, en cuanto a su poder de reflexión y revelación, según grandes estudiosos del tema, cumplen una función liberadora.
Exploración, tentativa, riesgo, aventura que podría llamarse como uno de sus poemas: Descenso a la luz, donde expresa en uno de sus apartes:

La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia.
Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía, para quien no alimenta con sus ojos a las águilas.
Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar.
Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños ni los fantasmas del deseo inconcluso; sólo el abyecto intercambio que ha reemplazado al rito.
Ya no busco, pierdo...
Y ni siquiera encuentro un lugar en el asombro.
No puedo olvidar más. Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la muerte.

Libro tras libro, Márquez Cristo le ha dado vuelta a esos enigmas (adivinanzas, acertijos, predicciones, augurios) y les ha añadido nuevas esferas de preocupaciones, entrevisiones, círculos y fulguraciones. También espirales que forman su recorrido poético, una sucesión de estrofas a manera de sentencias, máximas o definiciones que se reúnen en el texto de forma casual, buscando lo incondicionado poético. El cuerpo del poema es, por lo tanto, fragmentado intencionalmente, siendo cada frase autónoma y capaz a la vez de asociarse con otras para un formar un sentido, de acuerdo a la actividad del lector. Incluso las máximas se pueden permutar más allá de su finalidad inicial, desprendiéndolas del texto original, hecho que podría establecer una relación de lectura oblicua, pues la poesía posee un carácter de desviación e inclinación del sentido. Leamos el texto titulado Desiertos como ejemplo de esta forma que se vuelve camino de ida y vuelta:

Una máscara para el día, una revelación para la noche.
Perdido el misterio, dependemos del adiós: del sortilegio dividido.
Del hastío a la evasión perfecta conocemos todas las formas de la herida.
El despertar abolió sus ceremonias. Usamos el delirio y no pudimos proteger la hoguera del asombro.
¿De qué estás hecho paraíso?
Liberamos los pasos. Padecimos la alianza en fuga, el presente demediado... y la imaginación nos hizo sufrir.
Siempre que buscamos la belleza encontramos el miedo. Conocimos la hora proclive a los recuerdos y la mirada inquisidora de los objetos ofrendados.
El mar ya no vino por nosotros... La lluvia del terror caía en las espaldas. La tempestad nos hablaba de la vida.
¿Cómo hago ahora para franquear la ausencia?


La elección de cada máxima está cargada de convicción, certeza, azar y premeditación al unísono: «La culpa que deja partir es el amor»; «Cada origen decretará la abolición del yo»; «Ninguna palabra ha permanecido ilesa»; «Aquí sólo el fuego conoce los caminos»; «Cuando la sombra nos precede sospecho que el tiempo me vigila»; «Los más precarios ídolos controlan el terror»; «Encomiendo al poeta la protección del instante»; «Cuando se interrumpe el tiempo alguien decide nacer»; «Ninguna pregunta será resuelta hasta que culmine el canto del agua»; «Conocí pronto la ecuación de la ausencia y nadie volvió a traerme noticias de la luz»; «La sublevación del deseo nos dejó a la intemperie»; «Nos han forzado al reino del olvido. Los colores inventan las tinieblas y nuestros nombres se tornan cifras»; «¿Cuánto sabe el espejo de la muerte?»; «Nadie arde dos veces en el mismo fuego»; «Esperamos un sosiego cruel que nos habían prometido»; «¡Porque aquello que soñamos será nuestro suplicio!»; «Estaremos solos. La palabra ha sido puesta en potro de tortura»; «Nosotros los desposeídos, quizá alcancemos el agujero para salir a la vida, allá arriba»; «Todo lo que pretendo cantar no pertenece a la vida»; «Perseguimos hasta aquí al dios errático del deseo y conocimos su destino de ceniza»; «Porque debajo de nuestros paradigmas aguara el limo, debajo del arquetipo la momia del espanto...».
Existe una voluntad de explorar un problema, un dilema de naturaleza filosófica y espiritual. Es que Oscuro nacimiento nos habla de la ausencia, la pérdida, la herida, el recuerdo que pugna por emerger, la culpa original, el desequilibrio de la belleza, las respuestas ocultas por la muerte, la abolición del yo, la angustia por recobrar el paraíso, el dolor, el poema como incendio de la tiniebla, la escritura y su relación con el cuerpo, la fuente del lenguaje, el retorno del nómada, el renacimiento, la instigación contra la noche, la imaginería de la guerra, la escritura y el olvido, el destierro del hombre, el futuro o el porvenir, la memoria del sobreviviente, la interrogación del sueño, el papel del odio, la intervención del silencio, el despojo de la palabra, el hastío y la evasión como formas de la herida, las vecindades entre el miedo y la belleza, el espejo y la muerte, el tiempo y el amor, la derrota, el abismo, la ceguera, la derrota provechosa, el grito, la inquisición, la esclavitud por el deslumbramiento, el misterio, la antigüedad del hoy, el delirio perseguido, el viaje del deseo, el poema enfrentando a la muerte, el poder y su voracidad, la búsqueda, la pasión, la rebelión, la prisión de la escritura, su apocalipsis.
Al respecto Marco Antonio Campos señala en el prólogo:

En los versos de Márquez Cristo la oscuridad guarda hendiduras fulgurantes, el deseo quema y hiere, la vigilia sirve para elucidar los aciagos signos de las imágenes de los sueños, los navegantes pierden las estrellas y cada paso por el camino de la vida nos lleva a adentrarnos poco a poco en la niebla funesta.
Llenos de admirables versos enigmáticos, los poemas de Oscuro nacimiento nos subyugan. Eugenio Montejo señala muy bien en la nota liminar de La palabra liberada, que a través de un «versículo abierto, desceñido, que confiesa despreciar el cuerpo vertical de los poemas, su voz se abona al combate de la sombra, desde un tono recorrido por cierto rasgo críptico». Como la sibila, el augur o el hechicero, para Márquez Cristo, da respuestas ambiguas o mensajes oscuros. Poesía y oráculo se identifican en algún momento al volverse un aluvión de signos.
De acuerdo, la poesía de Márquez Cristo está reservada para espíritus profundos, ya que su palabra introduce una resistencia extraña, lenta, producto de experiencias, impulsiones e imágenes maduras. Las líneas son frases íntimas, ideas, percepciones, intenciones, pensamientos, preguntas, resoluciones interiores, estrofas que hablan de cosas ausentes, secretas y sentidas. Palabras, relaciones, impulsos, imágenes, un lenguaje vivo que sobrevive al cifrado, a la oscuridad de su nacimiento y que por lo tanto inaugura un universo poético de formas sensibles que proceden a su vez de ideas meridionales, sustanciales. Los actos de dicho universo son estados, encantamientos, formas sobre un espacio, ritmos, acentos, movimientos con fondo incluido: ideas, memoria, sensaciones y afectos. Aquí «la memoria es la sustancia de todo pensamiento», el sustento de la actividad interior que trajina sobre la ausencia y la pérdida:

Conocí los pájaros que escapaban de los libros. Las ventanas de viento, las puertas del agua. Después advino el mantra carnal, el aluvión de signos. Caravanas de sombras arrasaron mi lecho. Padecí el exilio de un lenguaje demasiado antiguo.


La poesía de Oscuro nacimiento, menciono otra de sus virtudes, no depende totalmente de su contenido intelectual y ello es un atributo en tiempos de ciertas modas literarias, pues detenta un sabor de antigua magia, de encantamiento extraño. Por lo tanto, el presente libro es más que un trabajo inteligente, dada la combinación de voz misteriosa y meditación, acción y percepción, pensamiento y azar, tal como lo expresara Franco Volpi al referirse a esta inquietante obra: «Poetizamos alborotados por el misterio de la carne. Por la densa y fugaz presencia que atraviesa la noche, brilla, y se apaga. La poesía es el único lugar donde vale la pena habitar».