Las Muertes Inconclusas (Ensayo, 2015): Comentarios

"Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot"


Los seis ensayos de Las muertes inconclusas constituyen un asedio a esenciales temas que han acompañado el destino del hombre desde una perspectiva singular: son un diálogo con el silencio, el instante, el amor, la tragedia, el delirio y la poesía, entendidos como “altas formas de la desaparición”, como una destellante interrupción del cotidiano fluir que fortalece nuestra existencia.

Es la tentativa por imponer una pedagogía de la percepción, postulada desde el cauce de una escritura donde el pensamiento y lo poético se han imbricado, para poder ofrendar la conciencia afincada en toda “muerte irresoluta” y en su asombrosa opción de retorno.

***
Me extravío en el pensamiento vertiginoso de este libro
Por Antonio Gamoneda

(Prólogo) 

He leído el libro de Gonzalo Márquez Cristo en su original. Un abismo y su vértigo. El abismo y su vértigo disuelven en mí, si es que la tengo, la trama neuronal del pensamiento. Pensar el libro y decir de él. Pensar, decir, explicar, definir... Definir es conciencia de límites, decía Cicerón, si bien recuerdo. Y ¿cuáles son los límites del abismo, suponiendo que el abismo tenga límites? No lo sé y no me importa no saberlo. No hay conciencia de límites en el interior del vértigo. Esto pienso, si es que pienso. Sería además una conciencia inútil. Pero bien, ahora mismo (¿qué será, “ahora mismo”?; sí, ya lo sé; que me lo dice Gonzalo: es el instante; el instante que aparece y desaparece simultáneamente; que es y no es simultáneamente; y, por tanto, en él vivimos y no vivimos, amenazados por la eternidad; por la eternidad del instante; por uno y otro que no son tiempo en sí mismos). Decía que “ahora mismo” no sé por qué, vertiginosamente, presiento que lo inconcluso es lo que no puede concluir precisamente porque no tiene límites. Bien; así es lo que no es. Pero qué es, insisto, qué son y no son, pongamos, en su envés, lo inconcluso y los límites? Me dice Gonzalo que la muerte. No lo entiendo, pero sí, probablemente. ¿Qué era yo hace, más o menos, mil años y qué voy a ser dentro de, más o menos, mil años, contados desde este inapresable “ahora mismo”? Nada. Nada, sea cual sea y no sea el milenio, y nada, sea lo que sea no siendo, el instante, el “ahora mismo”. Le dicen vida, al parecer, y por tanto, al parecer, ha de ser sólo apariencia, y, por tanto, la vida, ciertamente, no es la vida. Por causa no sabida, que habrá de ser, lógicamente, apariencia, yo dispongo, dicen, de la palabra. ¿De qué? ¿Por qué? ¿Para qué? Para salvarme, dicen, Para salvarme entonces, digo yo, será de la vida, de esa otra primera apariencia. No; para salvarte, siguen diciendo, de la muerte ¿De qué muerte? ¿De la última apariencia? No nos entendemos. Obviamente, la palabra, la palabra poética, quiero decir, es también y tan sólo un estado liminal del silencio; del único atributo pertinente del ser y no ser; de la realidad que se libra constantemente de si misma confundiéndose en el ser y no ser. ¿Y el amor, la tragedia, la alucinación? Sí, naturalmente, grandes convulsiones, accidentes deseados o temidos que se producen sin que por ello adquieran realidad; como todo, como sus continentes, son y no son, y, siendo y no siendo nos convulsionan y abrasan. Así, como digo, me extravío yo en el pensamiento vertiginoso de este libro; por ahí, por esa selva invisible, andan con pasos lúcidamente orientados hacia su propio misterio Las muertes inconclusas. Pregunten por ellas a Gonzalo de parte de su cisatlántico hermano Antonio Gamoneda (Premio Cervantes, Premio Reina Sofía).

***
Comunicado de prensa referente al premio concedido en el año 2007: El poeta colombiano se impuso con su trabajo titulado “La pregunta del origen” entre 243 textos enviados de 14 países, en el concurso realizado en homenaje al centenario del nacimiento del ensayista francés Maurice Blanchot, organizado por la Asociación Pensamiento Libre. Su ensayo fue elegido por un jurado internacional conformado por el reconocido escritor y crítico peruano Julio Ortega, el profesor español Manuel J. Sánchez (quien ha sido catedrático de las universidades alemanas Ruprecht-Karls y Tübingen), y por el narrador venezolano Jorge Gómez Jiménez (editor de la revista literaria Letralia); por poseer: Una gran capacidad reflexiva que aborda territorios inéditos sobre el tema del espíritu trágico, unida a una escritura estremecedora y poética, que deja traslucir el alto compromiso de su autor con el pensamiento y la palabra.

(Libro ilustrado por Germán Londoño)