Ritual de títeres o la crisis de la acción - Por Franco Volpi


Ritual de títeres (1992) de Gonzalo Márquez Cristo (Bogotá, 1963), es un engendro de la imaginación poética, donde el lector es sorprendido desde la primera línea por un torrente de imágenes y reflexiones que le obliga a emprender su lectura de una forma —para ser estrictos—, inédita.
En esta pugna cruenta contra la estructura tradicional de la novela, el autor colombiano erige una obra paradigmática donde en el primero de sus planos los personajes son conscientes de su carácter imaginario mientras la acción tan propugnada por lo novelesco es sometida, traicionada, abolida por una escritura de gran poder existencial.
Este libro —se lo he dicho al autor a manera de agravio— pretende inventar otra forma de leer y nunca hace concesiones al lector tradicional que todavía piensa que el tiempo es lineal y que una meta desdichada o apoteósica lo espera en la última página. Es —lo he comprobado— una “novela” para leer en forma bíblica, oracular, y no con las técnicas tradicionales de la narrativa norteamericana, para poner un ejemplo categórico. 
La trama interior en su totalidad resulta inquietante, cada capítulo nos arrastra a un mundo verbal específico, a un tema más que a un acontecimiento, a un clima interior, y pienso que podría ser leído en forma autónoma, pues el lector no se sentirá jamás subyugado por las fuerzas tradicionales e ingenuas de la acción.
Frases como: “Yo busco el árbol cuya única sombra sea el relámpago”; “ya es hora de colgar la sombra”, “aquí sólo el fantasma se ha rebelado contra el tiempo”, “siempre soñamos lo que no merecemos”, “los dioses han vuelto, serán nuestras víctimas”; “lo que pierdo en sueños lo gano en locura”; “que las palabras sean distintas a las cosas es la mejor razón para vivir”; “era imprescindible nacer dormidos”; o “aguardo el regreso del alma y la dictadura del sueño inconcluso”; son algunas de las centenares de sentencias que nos asaltan en este extraño e íntimo libro, que tiene la ventaja de no poder ser contado.  
La obra de Gonzalo Márquez Cristo, sigue la cicatriz abierta por Joyce, Broch, Virginia Woolf y nos muestra la extraña posibilidad de una novela carente de acción, con personajes definidos por sus ideas y por unos profundos signos, aunque su verbo parezca a veces intercambiable. Allí, una trilogía de seres masculinos: Jano, Orfeo y Mirtilo, se oponen a la brillantez erótica de una voz femenina que logra su fusión: Ariadna, la araña de la cual nadie puede escapar. Los personajes esclarecen su impostura y de una misteriosa forma la metamorfosis es consumada. Así el segundo de los planos, que se narra en tercera persona, termina siendo la vida misma y el escrito en primera se convierte en la forma más falsaria de la ficción. El narrador es usurpado desde el inicio por una voz femenina y al final termina clamando protección al protagonista, para que en ese juego especular podamos ver por un instante al autor. El paisaje ocurre en las profundas aguas del ser.
Ritual de títeres es otro de los intentos por eliminar la novela, o por mostrarnos la agonía de un género arrollado y trivializado por una acción desmedida, por la prolijidad de la descripción y por una moral en ruinas. Pero especialmente es una obra que nos enseña que existe otra forma de leer una novela: bajo el sacrificio de la acción. 
(Padua, Italia, 2007).


* Franco Volpi (1952-2009), filósofo italiano, traductor de Ser y Tiempo de Martin Heidegger. Fue profesor titular de filosofía en la universidad de Padua. Galardonado con los premios «Montecchio» (1989), «Capo Circeo» (1997) y «Nietzsche» (2000).